El principal uso de la camomila o manzanilla está relacionado con los diferentes trastornos digestivos, debido a que se trata de una planta protectora y reparadora de la membrana gástrica, pues fomenta la producción de jugos gástricos. Por tanto, está recomendada en casos de indigestión, cuando se tienen náuseas y vómitos, para los gases intestinales, la enfermedad de Crohn, para el colon irritable o para situaciones de pérdida del apetito.
La manzanilla también resulta eficaz a la hora de querer tratar problemas relacionados con las mucosas tales como la sinusitis y problemas respiratorios como la bronquitis o el asma. A su vez se suele utilizar para paliar los dolores de las articulaciones –como por ejemplo el reúma– o para aliviar las menstruaciones dolorosas.
Por su composición, la manzanilla se emplea en caso de enfermedades relacionadas con el hígado y se recomienda ingerirla como protector de este órgano, ya que ayuda a prevenir las posibles enfermedades asociadas a él.
Es un diurético suave que ayuda a prevenir el colesterol en sangre y por tanto la arteriosclerosis. También está recomendada en casos de insomnio, ansiedad o depresión. Pues tiene un gran poder de relajación de los músculos que se traduce en un bienestar que permite conciliar el sueño sin problema.
Otro uso menos conocido de la manzanilla es el relacionado con la inflamación de las encías, la gingivitis y la enfermedad periodontal. En todos ellos, tanto la ingesta como los enjuagues con esta planta aromática alivian los síntomas de dichas patologías.